El cerro...

El cerro ha sido mi escape y salvación en este mundo ajetreado entre ser madre depresiva, madre de autista, esposa, chofer, cocinera y un sin fin de cosas que he tenido que ser en esta vida. Las primeras excursiones a la montaña no fueron muy gratas pero me dan picazón, ese no se que de sabor en la vida. Ese sufrimiento de dar cada paso y saber que ese paso es algo que hiciste solo o sola. No hay nadie detrás empujando o llevándote... eres tu mismo atravesando este mar infinito de soledad y ruidos ambientales de pájaros, grillos, el rio, y un etc que solo el cerro y/o la montaña te pueden dar.

Caminando en solitario me he dado cuenta que me gusta esta soledad... incontables veces de adolescente salía a la calle sola en la madrugada a escuchar el sonido del silencio... una manera de escapar del ruido mental, físico y abusivo que había en lo que se puede llamar hogar. Se me había olvidado esa sensación, y fue en estas escapadas que recordé el momento en que salía de mi habitación, bajaba las escaleras, abría la puerta principal de la casa, bajaba las escaleras de la entrada, abría la puerta del portón y me escabullía en mitad de la noche, a mirar por la quebrada de la casa, no pensando en nada mas que el silencio que había. Ahora se que es tremendamente peligroso realizar este tipo de acciones pero en aquel momento solo me disponía a escapar cuando nadie me veía, o supongo que nadie se dio cuenta... nunca lo he sabido del todo... escapar de las situaciones ha sido mi principal de escape, ante alguna situación que me incomoda lo único que quiero es escapar, irme, correr... y el cerro hace que de alguna manera me sienta segura, a cubierto, protegida y caminar en piloto automático. como una especie de meditación caminante que no puedo explicar mas que como andar en piloto automático, vagando en el mar de sensaciones y pensamientos. escuchándome por dentro... algo que en la ciudad o dentro de la misma casa muchas veces no logra conectar.

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